El pasado 27 de abril, completé por primera vez en mi vida la distancia de 42.195 metros sin parar de correr. Los aparatos que llevaba pegados al dorsal midieron un tiempo oficial de 3 horas 40 minutos y 44 segundos. Lo hice en Düsseldorf, donde vivo. Y no paró de llover.

Una maratón estaba en mi lista vital de cosas por hacer desde hacía tiempo. A pesar de que siempre he corrido, sabía que correr esa distancia era otra cosa muy diferente, física y mentalmente. Recuerdo correr en mi casa con mi primera radio portátil. O correr para bajar a la playa con mi padre. Recuerdo también correr por el campo y al salir cada martes y jueves de natación con mi mp3 y mis canciones bajadas con Audiogalaxy. Recuero correr la San Silvestre por primera vez junto a mi hermano en 2006 y en casi todas las siguientes. Recuerdo correr en Querétaro, quedarme literalmente sin aire en la ciclovía bogotana o estrenar mi iPod en el lakeshore de Chicago viendo escenarios imborrables que recordaré por mucho tiempo.

Correr siempre ha tenido algo terapéutico para mí. Una mezcla de liberación, abstracción y concentración que culminan con un sentimiento de satisfacción al terminar y lograr tu objetivo, aunque fuese tan simple como «salir a correr». Correr una maratón no sólo me ha regalado todo lo anterior elevado a la enésima potencia, sino también me ha enseñado tres lecciones que sirven para mucho más que el propio deporte:

Sólo llegas hasta donde alcanzan tus objetivos:

Entrené 11 semanas con una rigurosidad que pocas veces he llevado en mi vida. Combinaba entrenamientos en cinta con series en la calle y tiradas largas la mayoría de fines de semana. La primera de las semanas tuve que correr 22 km cuando nunca antes había corrido más de 15. Aquella fue mi primera media maratón en poco menos de dos horas y pese al dolor de piernas logré terminar la carrera. Sentía que no podría haber corrido ni un km más.

Sin embargo las distancias largas se fueron incrementando cada semana hasta tocar los 35 km y cada vez fui batiendo mis anteriores marcas, en tiempo y distancia. La única diferencia entre un domingo y el siguiente eran 4 entrenamientos previos y sobre todo un objetivo más ambicioso.

La mayor barrera es la mental, y es esa la que determinará todas las demás barreras.

La preparación es la clave del éxito:

El día que corría la maratón era consciente de que nunca antes lo había hecho pero ese era mi objetivo y al igual que las semanas anteriores, lo iba a cumplir. Los entrenamientos bajo la lluvia, sin agua o mirando durante 95 minutos a la pared del gimnasio fueron la clave para lograr el objetivo final. Un esfuerzo constante, y a veces desesperante, con un objetivo final que le daba sentido.

En 11 semanas había hecho que mi corazón latiera más lento. Había enseñado a mis articulaciones a soportar miles de zancadas con una estructura diagnosticada como imperfecta. Había logrado que mi cabeza se centrara en el objetivo final descontando cada vez más kilómetros para la meta.

Preparación física y mental a través de un plan estructurado con objetivos intermedios hacía la meta final.

Las grandes gestas cambian tus estándares:

Un logro que parecía muy lejano o imposible llega a modificar tu “normalidad”, y sobre todo cuando implica una preparación especial. En las últimas semanas de entrenamiento llegue a correr más de 60 km a la semana y logré que lo normal fuera un entrenamiento diario entre 12 y 15 km. Ahora siento que podría correr esa distancia sin preparación alguna, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia.

Un objetivo ambicioso y un entrenamiento constante hacen elevar tus estándares, tu normalidad, y en definitiva, te hace mejor.

 

Cualquiera de los tres puntos anteriores lo puedo conectar directamente a un proyecto, mi trabajo o el desarrollo de una empresa. Una maratón es el claro ejemplo de que con preparación y esfuerzo constante se logran objetivos impensables. Es una recompensa que permanece durante tanto tiempo como esfuerzo se ha dedicado.

Sé que lo vivido corriendo me valdrá en el futuro para algo más que calzarme las zapatillas y descubrir otra ciudad mientras continúo escuchando una de mis listas de Spotify. Seguirá siendo mi terapia y seguiré aprendiendo con cada carrera y cada meta.

Por todo eso sólo puedo recomendar que corras, cada vez más. Más distancia, más rápido, más veces, en más lugares, con más gente, con más objetivos, más cómodo, más feliz, más completo…

#CorreCadaVezMas

 

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